miércoles, 15 de diciembre de 2010

Corre, corre caballito...


Como civilización dominante en el mundo, Roma siempre buscó espectáculos acordes a su poderío. Un ejemplo fueron las carreras de cuádrigas. Eran gestionadas por grandes corporaciones sustentadas por miles de accionistas. Durante siglos fueron cuatro, factiones, y se representaban por cuatro colores: blanco (albata), rojo (russata), azul (veneta) y verde (prasina).

Los aristócratas eran partidarios de los azules, mientras que el vulgo apoyaba a los verdes. Si gustaban tanto estas carreras entre el numeroso público que se congregaba en los circos, era por las numerosas caídas, aplastamientos o desmembramientos que se producían.

Los aurigas se recubrían de estiércol de jabalí, confiando en que el olor evitara que los caballos les pisotearan si se caían del carro. Durante las carreras, la gente enloquecía. Las mujeres se desmayaban o, incluso, tenían orgasmos. Los hombres se mordían, bailaban enloquecidos, apostaban hasta quedarse sin dinero y entonces se apostaban ellos mismos contra los tratantes de esclavos para conseguir más dinero (El esplendor de Roma; Muy Historia)

Los aurigas, que en su mayoría eran esclavos, siempre gozaron de una enorme popularidad en todo el Imperio. Su máximo exponente fue Diocles, un hispano que llegó a ganar con sus victorias, 1.462, un total de 35 millones de sestercios. Tal fue la fascinación originada por estos espectáculos, que cuando los germanos atacaron Cartago, sus ciudadanos no quisieron defender la ciudad por encontrarse participando en una carrera de caballos.

Calígula (gobernó del año 37 al 41) y Nerón (lo hizo del 54 al 68) fueron dos emperadores muy aficionados a las carreras de cuádrigas. Incluso participaron en ellas. El primero de ellos regaló a Eutychus, un famoso auriga, dos millones de sestercios en una ocasión (Breve historia de los gladiadores; Daniel P. Mannix)

Idolatrados por el populacho

Los aficionados acudían a presenciar los entrenamientos de los campeones y llenaban los muros y retretes de la ciudad con sus pintadas y graffitis en las que hacían figurar sus nombres y caricaturas. Los caballos eran extremadamente valorados, mucho más que los esclavos. A uno que hubiera ganado más de cien carreras se le llamaba centenario y llevaba un arnés especial.

Diocles llegó a tener un caballo, de nombre Passerinus, cuya veneración obligaba a los soldados a patrullar cuando dormía para evitar que la gente pudiera hacer ruido. (Roma de los Césares; Juan Eslava Galán)

En el año 404 de nuestra era el emperador Honorio clausuró los circos, pese a la protesta de la gente, aunque fue el rey ostrogodo Totila, en el año 459, quien ofreciese el último espectáculo en el Circo Máximo, estadio que llegó a albergar hasta 385.000 espectadores.

martes, 30 de noviembre de 2010

La falta de disciplina militar aflora el castigo...


La vida en el ejército romano no era sencilla. Si un legionario desobedecía las órdenes directas de los centuriones durante su época de servicio militar activo se le aplicaba una serie de castigos en orden ascendente de severidad. Ningún soldado debía incurrir en faltas graves o incumplir seriamente con su deber más de una vez, porque sería ejecutado.

De entre los castigos más leves, también los más inevitables, destacaban la castigatio, que no era más que un zurriagazo con un bastón de madera de vid; la pecuniaria multo era una confiscación de la paga; mientras, el munerum indictio suponía recibir trabajos extra en los establos o letrinas, donde era corriente que el legionario transformara este castigo en pecuniaria multo sobornando al centurión correspondiente.

Las faltas más graves se debían evitar a toda costa por el bien del soldado. La militiae mutatio suponía perder la graduación a una unidad inferior o la pérdida de privilegios obtenidos por la antigüedad en el servicio (El ejército romano; Adrian Goldsworthy)

Con una tanda de latigazos se aplicaba la animadversio fustium. Era una pura flagelación proporcionada si el legionario se quedaba dormido cuando estaba de guardia en el campamento. Y si se producía en plena campaña, los compañeros le podían azotar, apedrear o patear hasta la muerte.

De forma colectiva se llevaban a cabo otros castigos por los centuriones, como el frumentum mutatum, que era la pérdida del derecho a comer carne, y en vez de trigo, recibir centeno, que se empleaba como forraje para los animales.

A través del castigo denominado extra muros se sentenciaba a la unidad militar a colocar sus tiendas fuera del campamento. Y con la misso ignominosa el emperador castigaba a la unidad con la pérdida de sus pensiones, el destierro del ejército y a vivir con escarnio (Legionario. El manual del soldado romano; Philip Matyszak)

lunes, 15 de noviembre de 2010

Un emperador jovial y dicharachero


Vespasiano (gobernó el Imperio Romano del año 69 al 79 de nuestra era), fundador de la dinastía Flavia, siempre se sintió orgulloso de su origen humilde. Con 69 años llegó al poder. Completamente calvo, tenía el rostro abierto, tosco y fresco, enmarcado por dos orejas inmensas y peludas. Era conocido por su buen carácter y sentido del humor. 

Cuando unos aduladores intentaron convencerlo de que era un descendiente de Hércules, el emperador se rió de ellos y los despidió con una sonora ventosidad (239 anécdotas de la antigua Roma. Historia y Vida)

En una recepción oficial, Vespasiano revocó el nombramiento de un hombre que aspiraba a ocupar un alto cargo porque éste se presentó demasiado perfumado. El emperador le dijo: "Hubiera preferido que fuera olor a ajo, resulta obvio que te gusta demasiado el lujo y me das miedo".  

Pago de impuestos por orinar

Al comenzar a cobrar impuestos por el uso de los urinarios públicos, su hijo Tito (le sucedió al frente del trono y gobernó del año 79 al 81) protestó porque lo consideraba una vulgaridad, Vespasiano frotó contra la nariz de su vástago una moneda recaudada y le aseguró que no olía a orines (Historia de Roma; Indro Montanelli)

Tras beber las aguas purgantes del lago Cutilia, el emperador enfermó. En su cama, mientras sufría diarrea, seguía recibiendo a los embajadores. Cuando su dolencia se agravó le dijo a Tito: "Tengo la ligera sospecha de que me estoy convirtiendo en un dios" (Historia y vida de los Césares; Suetonio)

Mientras agonizaba, bañado en sus propios excrementos, Vespasiano se levantó y afirmó: "Un emperador debe morir de pie". Tras lo cual, se desmayó y expiró.

martes, 2 de noviembre de 2010

Placeres pasados por agua


Las termas estaban destinadas a practicar actividades deportivas y cuidar la salud, pero eran, sobre todo, lugares de reunión social entre los romanos. Acogían cada día hasta 3.000 hombres y mujeres, aunque eso sí, por separado. La higiene diaria fue considerada un derecho que ni siquiera se podía negar a los esclavos. Con ellas el aseo corporal llegó a las masas y a la vida cotidiana del Imperio. 

En ellas también se podía gozar de otros servicios complementarios como la sauna o el masaje. Estaban orientadas hacia el sudoeste, para que el sol calentara el caldarium, pero no afectara al frigidarium. Otro sistema para calentar las estancias era el hipocaustum, unos túneles subterráneos por donde circulaba el aire caliente (El esplendor de Roma. Muy Historia, nº31) 

Las termas de Diocleciano (gobernó el Imperio del 284 al 305 de nuestras era) fueron las termas más espectaculares, con un superficie de 13 hectáreas (13.000 metros cuadrados) También imponentes son las de Caracalla (211-217), de más de 11 hectáreas, cuyos restos todavía permanecen en pie para deleite de los turistas. 

El emperador Adriano (gobernó Roma de 117 a 138) prohibió que hombres y mujeres disfrutasen juntos del baño porque había muchas féminas que gustaban de realizar los ejercicios gimnásticos previos al baño en compañía de los hombres, y no estaba bien visto. Por su parte, Cómodo (180-192), tomaba por costumbre bañarse hasta ocho veces al día (La antigua Roma. Cómo vivían los romanos; Roger Hanoune y John Scheid) 

Los romanos también renegaron de sus termas sobre todo porque bajo sus pórticos exteriores se cobijaban fisgones, taberneros, borrachos, pendencieros y proxenetas. De algunos era costumbre beber de las aguas de las termas para saciar su sed, arriesgándose a a perecer de un exceso o de una fatal congestión (La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio; Jérôme Carcopino) 

Los godos acabaron con ellas en el 305 de nuestra era.

lunes, 18 de octubre de 2010

Un pueblo de jugadores


Los restos arqueológicos demuestran que los juegos de azar estaban plenamente implantados entre los romanos. El más famoso fue el de los dados (tesserae) Se fabricaban en hueso, metal o marfil y tan a menudo se trucaban que pronto se obligó el uso de cubiletes (fritilus) para ser lanzados.

También las tabas gozaron de gran aceptación, así como el juego de cara o cruz (navia aut capita). Estos entretenimientos han perdurado hasta hoy, acompañados de otros como el micatio, que enfrentaba a dos participantes que debían acertar el número total de dedos mostrados por ambos a la vez (La antigua Roma. Cómo vivían los romanos; Roger Hanoune y John Scheid)

Tal fue la afición que las leyes siempre persiguieron a los jugadores, conocidos peyorativamente como aleator. Las únicas actividades que permitían apuestas legales eran las carreras de cuádrigas, el salto de pértiga, el lanzamiento de jabalina, la lucha y el salto libre; con el tiempo se unieron las peleas de gladiadores. Incluso si se producía un robo en una casa de juegos ilegal éste no se castigaba por ley (Vida cotidiana en la Roma de los Césares; Amparo Arroyo de la Fuente)

El Estado permitía todo tipo de envites durante las fiestas de la Saturnales, un periodo de tiempo insuficiente para una población que encontraba mayor placer en la clandestinidad de las partidas que en las propias apuestas. Las posadas y las tabenas a menudo ocultaban en la trastienda un garito donde todos los días del año los romanos podían jugar sin ser vistos de manera pública.

De entre los emperadores, hubo alguno como Nerón (gobernó del 54 al 68) y Calígula (37-41) que fueron grandes jugadores; el segundo alcanzó fama de tramposo. Claudio (41-54) escribió un tratado sobre los dados y Cómodo (177-192) instaló un casino en palacio para paliar su bancarrota (La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio; Jérôme Carcopino)

jueves, 23 de septiembre de 2010

La depravación de Tiberio: ¿realidad o ficción? (y II)


El historiador Suetonio, uno de los principales detractores del emperador Tiberio (gobernó del 14 al 37 d.C.), desmenuza en su Historia y vida de los Césares la barbarie del dueño de Roma, según su versión: “Puesto que una costumbre antigua prohibía estrangular a las vírgenes, ordenaba al verdugo que las violara primero y luego las ahorcara”.

Para asegurarse el poder del imperio, Tiberio no dio a conocer la muerte de su predecesor, Augusto, hasta después de haberse asegurado de la del joven Agripa, que era el hijo adoptivo de Augusto y su probable sucesor en el trono. Respecto a su físico, Suetonio relata que el emperador “tenía la mano izquierda más robusta y ágil que la otra, y tan fuertes las articulaciones, que traspasaba con el dedo una manzana, y de un capirote hería la cabeza de un niño y hasta la de un joven”.

Entre otras invenciones atroces, siempre según Suetonio, durante las cenas Tiberio había imaginado hacer beber a algunos convidados, a fuerza de pérfidas instancias, gran cantidad de vino y en seguida les hacía ligar el miembro viril para que sufriesen a la vez el dolor de la ligadura y la ardiente necesidad de orinar.

Tácito, otro historiador nada halagador sobre la figura del emperador Tiberio, dice de él en sus Anales que temía extraordinariamente a los truenos y portaba sobre su cabeza una corona de laurel “porque creía que le podía abrigar de la desgracia”.

¿Aberraciones sexuales en Capri?

Pocos días después de su llegada a su retiro en Capri, un pescador se le acercó con un barbo grande tras escalar el tajo que rodeaba la isla. El emperador, asustado, le hizo frotar la cara con su pescado. En medio de aquel suplicio, el pescador se felicitó de no haberle presentado también una langosta grande que había capturado; Tiberio mandó traerla e hizo que le desgarrasen la cara con ella.

Las críticas de Suetonio se ceban con Tiberio. El historiador asegura que el sucesor de Augusto saciaba su apetito sexual con grupos elegidos de muchachas y de jóvenes disolutos que habían inventado monstruosos placeres, formando entre sí triple cadena, y entrelazados de tal manera que se prostituían en su presencia.

Su obscenidad era tal que, según Suetonio, había enseñado a niños de tierna edad, a los que llamaba pececillos, a que jugasen entre sus piernas en el baño, excitándole con la lengua y los dientes. También ofrecía sus partes a niños grandecitos, “pero en lactancia aún”.

viernes, 3 de septiembre de 2010

La depravación de Tiberio: ¿realidad o ficción? (I)


Historiadores como Tácito y Suetonio valoran de forma catastrófica la segunda etapa del reinado de Tiberio, la que corresponde al periodo del año 23 al 37 de nuestra era, cuando tuvo lugar su muerte. Coincide con su decisión de abandonar la capital del Imperio para ir a vivir a Capri. Le acusaron de misántropo, cruel y de práctica de aberraciones sexuales.

El listado de lindezas era el siguiente: acoplamientos en cadena para saciar instinto de exhibicionista, con el emperador ordenando tal o cual postura siguiendo ilustraciones pornográficas; lupanares en plena naturaleza donde se prostituían jovencitos y jovencitas vestidos como silvanos y ninfas; felaciones impuestas a niños apenas destetados, sadomasoquismo… (Los doce Césares. Del mito a la realidad; Régis F. Martin)

A lo que sí se aficionó en su retiro fue a la astrología y se dejaba influir demasiado por la política de terror que aplicaba su prefecto del pretorio, Sejano, en Roma, lo que le granjeó enorme animadversión del pueblo.

Reinado en continua sospecha

Sin embargo, esta imagen de desprestigio de Tiberio no es del todo verosímil, según muchos otros historiadores. No obstante, todo su reinado transcurrió en una atmósfera de sospecha, pues se le acusó de urdir un complot para asesinar a su sobrino e hijo adoptivo Germánico (padre de Calígula), a quien Tiberio envió a Oriente para restablecer el dominio sobre Armenia (Historia Universal. Edad Antigua. Roma; Julio Mangas)

Ya antes de acceder al poder, el predecesor de Tiberio en el cargo, Octavio Augusto (gobernó del 27 antes de Cristo al año 14 de nuestra era) no disimulaba su desprecio por el futuro emperador, a quien consideraba falto de nobleza e indigno de ella. Tiberio era zurdo, tenía los ojos de distintos colores, uno verde y otro azul, como los gatos y, aunque era miope, de noche tenía una visión de gran agudeza (El Imperio Romano; Pierre Grimal)

miércoles, 14 de julio de 2010

En polvo romano te convertirás... (y II)

Con el fin de preservar el legado del difunto en la antigua Roma se aplicaba una torta de cera blanda al rostro del cadáver para moldear sobre ella la máscara funeraria que reproducía sus rasgos. Y bajo la lengua le introducían una pequeña moneda de plata, el salvoconducto que debía abonar a Caronte, el barquero del más allá que transportaba a la otra orilla las almas de los muertos.

La marcha fúnebre del difunto iba acompañada de música estridente a base de trompas, flautas y tubas, así como de desgarradores gritos de las plañideras que acompañaban el cortejo. "Los entierros son los acontecimientos más ruidosos", señalaba al respecto el poeta satírico Horacio. En ocasiones, los familiares del fallecido contrataban a bufones para que con sus chistes animaran el sepelio.

Las brasas de los cadáveres que se incineraban en una pira u hoguera se sofocaban con vino, mientras que los huesos chamuscados se untaban con miel antes de depositarlos sobre una urna (La sociedad romana; Paul Veyne)

Epitafios con sarcasmo

Algunos de los epitafios que decoraban lápidas, columbarios y mausoleos romanos destacaban por su originalidad y sarcasmo. Como por ejemplo estos que rezan "No os fiéis de los médicos, ellos son los que me han matado", o bien "Yo por mi parte nunca seguí los consejos de un filósofo" (Los romanos, su vida y costumbres; E. Ghul & W. Koner)

Otros hacían referencia al malestar que se había tenido con un esclavo, o bien se anunciaba que alguien había desheredado a su hija,... cualquier mensaje tenía cabida durante el Imperio: enfrentamientos familiares, pensamientos políticos,... La decoración de las lápidas no siempre se relacionaba con símbolos relativos a la muerte; se han encontrados grabados del Dios Baco porque al difunto le gustaba demasiado el vino.

Los romanos no tenían costumbre de colocar flores sobre las tumbas de sus seres queridos fallecidos tal y como hacemos ahora, ya que para una mente tan racional como aquella no tenía sentido incluir las flores a quién no podía olerlas o sentirlas de modo físico (La civilización romana; Pierre Grimal)

miércoles, 16 de junio de 2010

En polvo romano te convertirás... (I)


El sepelio de los difuntos romanos tenía sus peculiaridades. En el imaginario del imperio, los muertos seguían formando parte de la sociedad. Mediante las exequias recibían una nueva residencia o necrópolis. A veces se incineraba el cadáver, en otras se inhumaba.

La ceremonia de despedida de la vida terrenal iba acompañada de cuatro banquetes. El primero se celebraba el día de la inhumación del difunto. Los tres restantes, en que los parientes buscaban consuelo (refrigerium) se celebraban a los tres, nueve y a los 30 días. 

Las ofrendas de vino y aceite a los difuntos eran muy frecuentes. Muchas tumbas disponían de un sistema de canalizaciones para que el líquido fluyera hasta los muertos, que así se alegraban y dejaban en paz a los vivos. Algunas ceremonias tenían por costumbre enterrar un dedo arrancado previamente al cadáver con anterioridad a la incineración del mismo

Cuando un padre fallecía, su hijo mayor le cerraba los ojos tras comprobar que había muerto. A continuación lo llamaba por su nombre por última vez (La antigua Roma. Cómo vivían los romanos; Roger Hanoune y John Scheid) 

Diferencias entre ricos y pobres

El cortejo fúnebre estaba formado por los músicos, las plañideras y un grupo de hombres con objetos relacionados con la vida del difunto. En la liturgia que acompañaba el adiós de los nobles participaban clientes (los protegidos del difunto) o actores que llevaban una máscara que imitaba a sus antepasados. Este honor sólo estaba reservado a los patricios. 

Las clases menos privilegiadas celebraban sus sepelios de noche, con antorchas, para tratar de no impurificar a los sacerdotes (Vida cotidiana en la Roma de los Césares; Amparo Arroyo de la Fuente) 

El testamento del difunto, al margen de su carácter legal, también constituía una especie de manifiesto que podía incluso insultar abiertamente al emperador de turno. El temor que inspiraban las almas de los muertos originaron costumbres como la de herirse las mejillas en el transcurso de los funerales (239 anécdotas de la antigua Roma; varios)

miércoles, 19 de mayo de 2010

Idiota, pero gran estadista: Claudio (y II)


Los estigmas del emperador Claudio ya surgieron desde su más pronta niñez. Su madre Antonia le llamaba a menudo “caricatura de hombre, aborto, simplemente esbozado por la naturaleza”. Más adulto, si llegaba un poco tarde a cenar no conseguía un sitio más que con grandes dificultades y sólo después de haber dado la vuelta al comedor. En su etapa de cónsul, sus bufones se complacían cuando dormitaba en ponerle las manos en unos zapatos de señora para que se frotase la cara cuando se despertara sobresaltado.

Al frente del imperio, el emperador derogó un artículo que incapacitaba a los sexagenarios para engendrar hijos. Prohibió a los viajeros por medio de un edicto que atravesaran las ciudades de Italia de otro modo que a pie, en silla con porteadores o en litera. Asimismo impidió a las gentes de nacionalidad extranjera que tomasen nombres romanos. (Historia y vida de los Césares; Suetonio)

En todos los combates de gladiadores dados por él hacía degollar incluso a los que caían por casualidad, sobre todo a los retiarios para observar su rostro cuando expiraban. Le agradaban tanto los juegos que hacía combatir de golpe incluso por un motivo insignificante hasta a los tramoyistas y a los empleados o gentes de ese tipo cuando el dispositivo automático no funcionaba bien.

No sólo mostró crueldad en el circo. El historiador Suetonio afirma que un total de 35 senadores y 300 caballeros fueron ejecutados por diferentes delitos durante los años que duró el reinado de Claudio (41-54 de nuestra era)

Falta de memoria

Tenía lagunas mentales. Sorprendía de él su falta de memoria. Después de la ejecución de Mesalina, por él ordenada, preguntó al sentarse a la mesa para comer porqué no acudía la emperatriz. En materia sexual, Claudio fue una excepción al orden establecido. El historiador Edward Gibbon menciona que de los primeros 15 emperadores, "Claudio fue el único cuyos gustos sexuales eran completamente correctos", haciendo hincapié en que fue el único que no mantuvo relaciones homoseuales o pederastas (Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano; Edward Gibbon)

miércoles, 28 de abril de 2010

Idiota, pero gran estadista: Claudio (I)


Al pobre Claudio, emperador de Roma del año 41 al 54 de nuestra era, no le acompañaba el físico: cojeaba, secuela de una parálisis infantil, tartamudeaba y babeaba desde bien pequeño; además, tenía cierta fama de cretino. Su abuelastro, Octavio Augusto (quien gobernó el imperio del 27 antes de Cristo hasta el 14 después de Cristo), y su sucesor, Tiberio (14-37), se avergonzaban de él. Era objeto continuo de mofa.

Pero a fuerza de hacerse el idiota fue el único miembro de su familia (la Julio-Claudia) que sobrevivió del reinado de terror de su sobrino Calígula (37-41) Después de que éste fuera asesinado por la guardia pretoriana, le proclamaron emperador con 50 años tras ser descubierto detrás de una cortina para no presenciar tan vil crimen.

Los bufones de la corte le tiraban huesos de aceituna y dátil para despertarle de las siestas. Incluso le golpeaban con el látigo. Tales eran sus atracones de comida y vino, dos de sus pasiones, que debían introducirle una pluma en el gaznate para que vomitara y se aliviase (Historia y vida de los Césares; Suetonio)

Edicto a favor de los gases

A lo largo de su gobierno, el historiador Suetonio menciona que Claudio había pensado en proclamar un edicto que permitiera las ventosidades y eructos en la mesa, ya que la dispepsia (malestar estomacal) que sufría le provocaba continuas flatulencias. Otra de sus pasiones fueron los combates de gladiadores. En los intermedios, mientras comía, gustaba de ver combatientes que se destrozaran los unos a los otros. (Los Doce Césares. Del mito a la realidad; Régis F. Martin)

Pese a convertirse en un gran estadista al mando del imperio, las mujeres se convirtieron en su perdición. Mesalina le fue reiteradamente infiel e hizo ostentación de ello. Claudio mandó asesinarla por orden de Narciso, un liberto que ejercía enorme influencia en el emperador, en el año 48 junto a su amante Silio. Al año siguiente, el emperador se casó por quinta vez, en esta ocasión con su sobrina Agripina.

Claudio murió en el año 54 tras ingerir un plato de setas. Varios historiadores comparten la hipótesis de que fue envenenado por su esposa Agripina para que su hijo, Nerón, accediese al poder.

martes, 13 de abril de 2010

Juntos, pero no revueltos


Los matrimonios en la antigua Roma no se basaban en el amor ni en los sentimientos. Tras ser acordados por los padres de los contrayentes, se fundamentaban en las buenas relaciones y con el fin de reproducir la familia. Pero no resultaba sencillo. Como el número de mujeres en edad de dar a la luz disminuía más allá de los 20 años, no era sorpresa que los romanos intercambiaran esposa o se casaran con mujeres encintas (La Antigua Roma. Cómo vivían los romanos; Roger Hanoune y John Scheid)

Los matrimonios se llevaban a cabo entre los 12 y 16 años en el caso de las muchachas y alrededor de los 18 en el caso de los varones. La ceremonia revestía diferentes formas. El modo más solemne, reservado a los patricios, comportaba un sacrificio ofrecido en presencia de diez testigos (confarreatio). La segunda forma consistía en “comprar” a la esposa en presencia al menos de cinco testigos, otorgándole al futuro suegro una contradote para la obtención de la hija (coemptio).

El tercer modo, más corriente, se llamaba matrimonio por “uso” y en él la mujer entraba en la familia del marido tras un año de vida común ininterrumpida. Pero éste obtenía el divorcio si la mujer pasaba tres noches seguidas fuera del hogar (usurpatio trinocti)

Una vida y tres matrimonios

Los romanos acomodados contraían matrimonio en tres ocasiones durante su vida, de media, debido, sobre todo, a la elevada mortalidad femenina que existía, el adulterio y la facilidad del divorcio. La mujer casada ocupaba un lugar secundario en la familia. El marido era el único autorizado en romper el vínculo conyugal en tiempos de la República, aunque durante el Imperio la mujer adquirió la misma libertad (La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio; Jêrome Carcopino.

La Ley de las Doce Tablas contemplaba una sencilla forma de divorcio: Res tuas tibi habeto (coge tus cosas), que obligaba a la mujer a devolver al marido las llaves del hogar. Durante el mandato del emperador Augusto se contemplaban impuestos especiales para los solteros y los matrimonios sin hijos que rebasasen la edad apta para procrear (50 años en la mujer) con el fin de incrementar la natalidad (Vida cotidiana en la Roma de los Césares; Amparo Arroyo de la Fuente.

lunes, 29 de marzo de 2010

Lujuria y depravación en el trono: Heliogábalo


Para Heliogábalo, quien gobernó Roma del 218 al 222 de nuestra era, el trono imperial era un juguete y lo empleó como tal. Era un sibarita, no viajaba con menos de 500 carros de séquito y pagaba millones por un frasco de perfume. En ocasiones le gustaba copiar el vestido y los modales femeninos: vestía togas de sedas coloradas, llevaba los labios pintados de carmín, las pestañas teñidas con henna e iba ataviado de perlas, brazaletes y coronas. (Historia de Roma; Francisco Bertolini)

De su madre se decía que vivió como una prostituta, y que el nombre de Vario (su verdadero nombre era Vario Abito Basiano) le venía porque fue concebido con el semen de varios hombres. Los enemigos del emperador afirmaban que le gustaba que le pegaran antes de practicar la sodomía, que se ofrecía en los burdeles, que seleccionaba a sus favoritos en función del tamaño de sus atributos sexuales y los recompensaba con cargos públicos.

Los chismes de la época afirmaban que Heliogábalo se hacía pasear desnudo en un pequeño carro tirado por varias mujeres desnudas. También que besaba las partes pudendas del bello Hierocles para celebrar las festividades de Flora, y que afeitaba el pubis y escroto de sus efebos con la misma navaja con la que se rasuraba la barba.

Celos y amantes

Según la Historia Augusta, se enamoró tanto de Aurelio Zótico, hijo de un panadero, por lo muy bien dotado que estaba, que le colmó de favores públicos y gozó de tanto poder como si fuera su marido. En una ocasión, mientras practicaba el acto sexual con él, le gritaba: ¡Trabaja, cocinero! El historiador Dión Casio explica que su anterior amante imperial, Hierocles, sintió celos y puso una droga en el vino para neutralizar la potencia de su rival. Aquella noche, Zótico no estuvo a la altura y fue enviado al exilio. (239 anécdotas de la antigua Roma; varios)

Según el mismo historiador, Heliogábalo preguntó a sus médicos si podía introducir una vagina de mujer en su cuerpo por medio de una incisión y les prometió una recompensa enorme si lo hacían. Hizo construir un gran templo en la colina Palatina de Roma para albergar un enorme falo negro, símbolo del dios solar Baal.

Uno de los platos favoritos del emperador eran las lenguas de flamenco rosa. En uno de sus banquetes mandó servir 1.500 a sus invitados. Los celebraba a diario y presumía de no haber bebido dos veces en un mismo vaso, ya fuera de oro o de plata. Su atolondrada curiosidad intentó descubrir, a partir de la cantidad de telas de araña que había en una pared, el número de habitantes de Roma (Historia y decadencia del Imperio Romano; Edward Gibbon)

De vez en cuando, al recordar su pasado sacerdotal, sufría de crisis místicas: un día se circuncidó, otro, intentó castrarse (Historia de Roma; Indro Montanelli) Sus excentricidades han podido haberse exagerado por la gran cantidad de detractores que tuvo en vida y que fueron recogidas a posteriori por los historiadores.

domingo, 14 de marzo de 2010

El emperador gladiador: Cómodo


Lo primero que hizo Cómodo cuando asumió el poder, en el año 180 de nuestra era tras la muerte de su padre, el emperador Marco Aurelio, fue acabar de forma precipitada con la guerra contra los marcómanos y cuados para regresar lo antes posible a Roma y dedicarse en cuerpo y alma a los combates de gladiadores, las carreras de carros y las juergas. Tenía 19 años.

El hijo de un ejemplar emperador no heredó su templanza; sumió al imperio en un baño de sangre y gobernó con despotismo. En su delirio homicida llegó incluso a realizar sacrificios humanos en honor al dios Mitra. Mientras, se dedicaba a bajar a la arena del anfiteatro para presentarse ante la plebe vestido como el dios griego Hércules. Abandonó su palacio para formarse en una escuela de gladiadores (Muy Especial. La Roma Clásica; varios)

Los rivales tenían el mandato de dejarse matar por él. Su salario como gladiador, mucho más elevado que el de sus colegas, se pagaba con fondos públicos. Participó en más de 700 combates, todos ellos saldados con victorias, claro está. Dión Casio y los autores de la Historia Augusta escriben que era un experto arquero, capaz de abatir a soldados enemigos a galope y sin errar un tiro. En una de sus apariciones en la arena del anfiteatro se enfrentó a una pantera a la que venció en singular combate.

Harén con mancebos

A menudo, el emperador ordenaba que los soldados que habían perdido algunos de sus miembros durante la guerra fueran maniatados y se les colocara en el centro del anfiteatro, donde los asesinaba con una espada. Lo mismo ocurría con los ciudadanos de Roma que perdían sus pies debido a accidentes. 


Jugador, bebedor y propietario de un harén de 300 muchachas y 300 jovencitos, cuando un esclavo le llevó el agua demasiado caliente para el baño, Cómodo ordenó que fuera arrojado vivo a un horno (239 anécdotas de la antigua Roma; varios)

Le dominaba el pánico por morir asesinado, sobre todo después de que su hermana Lucila urdiera un complot para asesinarle apenas dos años después de subir al trono. Le costó la vida y dio inicio a un periodo de terror en el que abundaron las masacres de familias enteras por cualquier sospecha.

Finalmente, otro complot ideado por su concubina Marcia, su camarero Eclecto y Leto, jefe de la guardia pretoriana acabó con la vida de Cómodo a los 31 años en el 192. De esta forma finalizó la dinastía de los Antoninos y comenzó el periodo más anárquico de la historia del Imperio Romano hasta la llegada al poder de Septimio Severo (Historia Universal. Edad Antigua. Roma; Julio Mangas)

lunes, 8 de febrero de 2010

El emperador divino y déspota: Domiciano (y II)


Amargado, desagradable y descontento. Son los calificativos que mejor definen a Domiciano. También le embargaba la envidia, primero hacia su padre Vespasiano, y posteriormente hacia su hermano Tito, ambos emperadores que le precedieron en el trono. Jugaba cruelmente con los sufrimientos de los hombres, y nunca pronunciaba una sentencia de muerte sin un preámbulo en el que ensalzaba su clemencia, su fin era la indulgencia del princeps.

Ofreció combates en el Coliseo donde no sólo luchaban hombres, sino también mujeres. Mientras duraban los juegos tenía constantemente a sus pies un enano vestido de escarlata, que era su consejero. En el terreno social prohibió castrar a los hombres y disminuyó el precio de los eunucos que estaban aún en venta en las casas de los mercaderes (Historia y vida de los césares; Suetonio)

Enemigo de todo esfuerzo físico, jamás circulaba por Roma a pie. Le encantaba practicar el tiro con arco y era diestro en estos menesteres; las flechas que disparaba con un esclavo como blanco pasaban por entre sus dedos cuando abría su mano, sin rozarlos.

Celoso y vengativo

Repudió a su esposa Domicia, quien le había dado un hijo, pero que estaba locamente enamorada del comediógrafo Paris. No pudo, sin embargo, soportar la separación y poco después volvió a llamarla, cediendo a las instancias del pueblo. Hasta fue causa de su muerte obligándola a que abortase. Ordenó enterrar vivas a las sagradas vestales que hubiesen cometido incesto. Tal fue el caso de una sacerdotisa llamada Cornelia. Además, prohibió a las mujeres deshonradas el uso de la litera y el derecho a recibir legados o herencias (Los Doce Césares. Del mito a la realidad; Régis F. Martin)

Su temor por las conjuras de palacio eran tales que en los últimos meses de su reinado gritaba al escuchar los truenos: ¡Que hiera al que quiera! Además, se rascaba verrugas hasta que sangraban preso del pánico y de que acabaran con su vida, como así fue. E hizo recubrir las paredes de los pórticos por donde paseaba con placas brillantes cuya superficie reflejaba cuanto tras él ocurría. Interrogaba a los prisioneros solo y en secreto y portaba en las manos cadenas para golpearles.

Su trágica muerte dio fin a la dinastía Flavia, que gobernó Roma primero con Vespasiano (69-79 después de Cristo), Tito (79-81) y finalmente con su reinado (81-96) Aun así tuvo tiempo de arrancar los ojos de su asesino antes de expirar.

lunes, 25 de enero de 2010

El emperador divino y déspota: Domiciano (I)


El emperador Domiciano (gobernó Roma del 81 al 96 después de Cristo) fue célebre por su crueldad y, entre otras extravagancias, por inventar un nuevo método de tortura, que consistía en prender fuego a los genitales de sus víctimas. Antes de acceder al poder, conspiraba continuamente contra su hermano Tito, quien le precedió al frente del imperio (del 79 al 81). Cuando éste cayó enfermo, ordenó que se le diera por muerto antes de que expirara.

Tras su llegada al trono, Domiciano se hizo llamar Señor y dios nuestro y pretendía que los visitantes le besasen los pies. Cortó la cabeza a los cristianos porque rechazaban su divinidad y dio preferencia a los delatores porque creía que le protegían de los enemigos. (Historia de Roma; Indro Montanelli)

Desde la censura más radical, el hijo del también emperador Vespasiano dirigió una sistemática persecución contra los cómicos e intentó regular las costumbres al condenar a vestales acusadas de incesto y a otros de estupro, mientras él mismo repudiaba a su mujer y mantenía relaciones con su sobrina Julia (Historia Universal. Edad Antigua. Roma; Julio Mangas)

Joven y prostituto

En su obra Historia y vida de los Césares, Suetonio insinúa que Domiciano, durante su juventud, se prostituyó con Nerva, quien le sucedería en el año 96. En el transcurso de unos espectáculos, a un padre de familia que rebatió un comentario suyo hizo que lo echaran a los perros, en la arena. Domiciano mandó matar a muchos senadores y familiares por los motivos más nimios.

Cuando su tiempo libre se lo permitía, el emperador tenía la costumbre de aislarse unas cuantas horas al día para cazar moscas y ensartarlas en un punzón. Domiciano se avergonzaba de su calvicie y exigió que los artistas oficiales lo representaran, bajo pena de muerte, con una melena leonina. Sobre su escaso cabello exclamó: “Nada hay tan hermoso ni que dure tan poco”. Tenía un león como mascota, al igual que Caracalla, otro emperador. (Anécdotas de la antigua Roma; varios autores)

Al hermano y sucesor de Tito le encantaba depilar por completo a las mujeres con las que se acostaba. Cuando una cautiva cristiana lo rechazó como amante, ordenó que la ejecutaran tras haberle amputado los genitales y lo senos, que guardó como recuerdo. Domiciano gobernó el imperio de forma despótica durante 15 años. Una conjura palaciega acabó con su vida.

sábado, 9 de enero de 2010

Un artista sádico en el trono: Nerón (y II)



El infortunio de Nerón como emperador ya surge con la descripción que hace de él el historiador Suetonio: “su cuerpo estaba cubierto de manchas y era maloliente. En su acicalamiento mostraba falta de dignidad”. La vanidad del sucesor de Claudio al frente del imperio actuó, sobre todo, en el mundo del espectáculo.

Es el único emperador que creó un cuerpo especial encargado de su elogio continuo. La tropa de los Augustiani estaba compuesta por 5.000 caballeros romanos que, según otro historiador, Tácito, "pasaban los días y las noches haciendo resonar sus aplausos, alabando su voz y belleza en términos reservados a los dioses".

Mientras Nerón cantaba en los teatros, no estaba permitido al público salir del recinto. Algunas mujeres dieron a luz durante sus espectáculos. Espiaba, tendía trampas, difamaba y sobornaba a sus adversarios teatrales que tenían más talento que el propio emperador. Para conservar su voz no dirigió jamás una arenga a sus soldados, sino por boca de otros y sin estar presente. (Los doce césares. Del mito a la realidad; Régis F. Martin)

Aparte de su colosal proyecto de la Domus Aurea, el emperador tenía en mente construir un gigantesco canal desde Campania a la desembocadura del Tíber de 250 kilómetros de largo a través de una cadena de montañas obligando a esclavos y convictos con trabajos forzosos. Ya de noche, disfrazado, vagabundeaba por los barrios golpeando a la gentes que venían de una comida; les arrojaba a las cloacas si se resistían.

Vicios sexuales

Cómo no, los desenfrenos sexuales también formaban parte de la vida de Nerón. Según los historiadores Suetonio, Dión Casio y Aurelio Víctor, el emperador, vestido con una piel de animal feroz, se abalanzaba desde una jaula precipitándose sobre las partes nobles de hombres y mujeres atados a un poste.

Además de sus relaciones con jovencitos de noble familia y mujeres casadas, violó a una virgen vestal. Deseó incluso tener contacto carnal con su madre Agripina, y sus detractores afirmaban que siempre que iba en litera con ella se sometía al incesto. (Historia y vida de los Césares; Suetonio)

Su superstición y temor a las conjuras por derrocarle del poder eran tal que veía signos del destino en los acontecimientos más simples: la bruma, el paso de un cometa, las obras de arte vistas en sus viajes,… Los gastos desaforados que vaciaron las arcas del imperio y la tiranía que ejerció el emperador suscitaron las revueltas allende las fronteras que finalmente acabaron con su poder.

El Senado le declaró enemigo del Estado.Ah, qué artista muere conmigo!", sollozó poco antes de clavarse una daga en la garganta. Era el fin de Nerón como emperador romano a los 32 años de edad.