martes, 30 de noviembre de 2010

La falta de disciplina militar aflora el castigo...


La vida en el ejército romano no era sencilla. Si un legionario desobedecía las órdenes directas de los centuriones durante su época de servicio militar activo se le aplicaba una serie de castigos en orden ascendente de severidad. Ningún soldado debía incurrir en faltas graves o incumplir seriamente con su deber más de una vez, porque sería ejecutado.

De entre los castigos más leves, también los más inevitables, destacaban la castigatio, que no era más que un zurriagazo con un bastón de madera de vid; la pecuniaria multo era una confiscación de la paga; mientras, el munerum indictio suponía recibir trabajos extra en los establos o letrinas, donde era corriente que el legionario transformara este castigo en pecuniaria multo sobornando al centurión correspondiente.

Las faltas más graves se debían evitar a toda costa por el bien del soldado. La militiae mutatio suponía perder la graduación a una unidad inferior o la pérdida de privilegios obtenidos por la antigüedad en el servicio (El ejército romano; Adrian Goldsworthy)

Con una tanda de latigazos se aplicaba la animadversio fustium. Era una pura flagelación proporcionada si el legionario se quedaba dormido cuando estaba de guardia en el campamento. Y si se producía en plena campaña, los compañeros le podían azotar, apedrear o patear hasta la muerte.

De forma colectiva se llevaban a cabo otros castigos por los centuriones, como el frumentum mutatum, que era la pérdida del derecho a comer carne, y en vez de trigo, recibir centeno, que se empleaba como forraje para los animales.

A través del castigo denominado extra muros se sentenciaba a la unidad militar a colocar sus tiendas fuera del campamento. Y con la misso ignominosa el emperador castigaba a la unidad con la pérdida de sus pensiones, el destierro del ejército y a vivir con escarnio (Legionario. El manual del soldado romano; Philip Matyszak)