jueves, 25 de agosto de 2011

El patio de mi casa es particular...


La misma ciudad de Roma, situada en un emplazamiento complejo, entre siete colinas y un río, sometida además un rápido crecimiento, era un conjunto urbano anárquico en el que se mezclaban los grandes edificios públicos con las viviendas humildes. Las urbes romanas eran muy ruidosas, tanto de día como de noche, y los derrumbamientos e incendios, a causa de los edificios de madera y las lámparas de aceite, eran un peligro frecuente.

Los edificios públicos (foros, baños, anfiteatros y circos) expresaban el estilo de vida del ciudadano romano. Y en el plano privado, la vivienda traducía la fuerte jerarquización de la sociedad. El marco romano de la vida familiar y privada era la casa: domus urbana y villa rural.

La casa romana comprendía tres zonas principales: El espacio central donde se ubica el atrium y el salón del tablinum. A continuación una serie de habitaciones decoradas con pinturas murales, y la zona de recreo, alrededor del patio con la columnata (peristilo). La cocina solía ser muy pequeña, con un fogón de obra y un agujero para la salida de humos, pues no había chimenea ni tiro.

Para los personajes importantes, la casa tradicional es también un signo de prestigio. Pero la gran mayoría de la población romana vivía en casas anodinas y sin lujos. Los pobres, libres o esclavos, se hacinaban en lo alto de inmuebles (insulae) inestables y amenazados por los incendios. En la planta baja se ubicaban las tiendas talleres con sus pergulae en el entresuelo (La antigua Roma. Cómo vivían los romanos; Roger Hanoune y John Scheid)

Las insulae llegaban hasta los cinco pisos de altura. Eran estrechas, poco confortables, carentes por lo general de agua corriente y retrete, tenían además poca luz. La carencia de servicios hacía que por la noche se lanzasen por la ventana basuras y residuos de todas clases (Así vivían los romanos; J. Espinós, P. Mariá, D. Sánchez y M. Vilar)

En el campo se producía la misma diferenciación social entre las chozas de sala única, las pequeñas granjas de trabajadores y las villae. Las grandes villas también se solían situar en las afueras de la ciudad.

Por lo que respecta al mobiliario de las casas romanas, la cama servía no solo para dormir, sino también como sofá y para comer recostado. Para alumbrar los lares los ciudadanos se servían de antorchas, velas y lámparas de aceite. Las habitaciones se calentaban por medio de estufas portátiles de bronce o braseros fijos (La vida cotidiana en Roma en el apogeo del imperio; Jérôme Carcopino)