jueves, 20 de enero de 2011

El mayor símbolo de todo el Imperio


El Coliseo, también conocido como Anfiteatro Flavio, fue mandado construir por el emperador Vespasiano, aunque se inaugura el año 80 de nuestra era bajo el reinado de su hijo Tito. Precisamente, en el día de su estreno se organizaron festejos que duraron más de 100 días con espectáculos de gladiadores, venationes con el sacrificio de unas 5.000 bestias (entre los que destacaban leones de África, tigres de la India, hipopótamos, jirafas o alces) y la muerte de unos 2.000 hombres (Historia ilustrada de la antigua Roma. De los orígenes a la caída del Imperio; VVAA)

De planta ovalada, 188x156 metros de lado y 52 metros de altura, el origen de su nombre se pudo deber a su colosal grandiosidad, ya que podía acoger hasta 50.000 personas, o a la cercana presencia del Coloso de Nerón, una gran estatua de bronce que competía en grandeza con el anfiteatro.

Durante los cuatro siglos que estuvo en funcionamiento se calcula que en su arena murieron entre 500.000 y un millón de personas. Bajo ella escondía, a los ojos de los espectadores, una estrecha serie de galerías para guardar los decorados de las escenas y los montacargas para custodiar y trasladar a las fieras (Grandes civilizaciones. Roma; Ada Gabucci)

La población de menor rango social tenía a su disposición la parte alta del graderío, dividido en cuatro sectores, desde donde asistía a los espectáculos a pie. Estos se prolongaban durante muchas horas y, en ocasiones, muchos días.

Uno de los espectáculos más crueles eran los noxii (ejecuciones de prisioneros por animales), y de entre los más curiosos estaban las naumaquias, unos simulacros de espectaculares batallas navales que incluían el abordaje y el incendio de los barcos. Una maquinaria permitía inundar la pista central y convertirla así en un lago artificial (239 anécdotas de la antigua Roma; Historia y Vida)

Un destacamento entero de la flota de Miseno se encargaba del mantenimiento del toldo (velarium) que resguardaba a los espectadores del sol abrasador, y al menos un millar de hombres se acercaban dos veces al año a la desembocadura del río Tiber o al puerto de Roma para montar y desmontar el enorme toldo (Guía de arqueología de Roma; Sofia Pescarin)

Beda el Venerable le dedicó estas palabras: "Mientras se mantenga el pie el Coliseo, también Roma lo hará; cuando caiga el Coliseo, Roma también caerá". El últmo espectáculo celebrado tuvo lugar durante el reinado de Teodorico, en el 523 d.C.