miércoles, 14 de julio de 2010

En polvo romano te convertirás... (y II)

Con el fin de preservar el legado del difunto en la antigua Roma se aplicaba una torta de cera blanda al rostro del cadáver para moldear sobre ella la máscara funeraria que reproducía sus rasgos. Y bajo la lengua le introducían una pequeña moneda de plata, el salvoconducto que debía abonar a Caronte, el barquero del más allá que transportaba a la otra orilla las almas de los muertos.

La marcha fúnebre del difunto iba acompañada de música estridente a base de trompas, flautas y tubas, así como de desgarradores gritos de las plañideras que acompañaban el cortejo. "Los entierros son los acontecimientos más ruidosos", señalaba al respecto el poeta satírico Horacio. En ocasiones, los familiares del fallecido contrataban a bufones para que con sus chistes animaran el sepelio.

Las brasas de los cadáveres que se incineraban en una pira u hoguera se sofocaban con vino, mientras que los huesos chamuscados se untaban con miel antes de depositarlos sobre una urna (La sociedad romana; Paul Veyne)

Epitafios con sarcasmo

Algunos de los epitafios que decoraban lápidas, columbarios y mausoleos romanos destacaban por su originalidad y sarcasmo. Como por ejemplo estos que rezan "No os fiéis de los médicos, ellos son los que me han matado", o bien "Yo por mi parte nunca seguí los consejos de un filósofo" (Los romanos, su vida y costumbres; E. Ghul & W. Koner)

Otros hacían referencia al malestar que se había tenido con un esclavo, o bien se anunciaba que alguien había desheredado a su hija,... cualquier mensaje tenía cabida durante el Imperio: enfrentamientos familiares, pensamientos políticos,... La decoración de las lápidas no siempre se relacionaba con símbolos relativos a la muerte; se han encontrados grabados del Dios Baco porque al difunto le gustaba demasiado el vino.

Los romanos no tenían costumbre de colocar flores sobre las tumbas de sus seres queridos fallecidos tal y como hacemos ahora, ya que para una mente tan racional como aquella no tenía sentido incluir las flores a quién no podía olerlas o sentirlas de modo físico (La civilización romana; Pierre Grimal)