lunes, 28 de febrero de 2011

La mili en la antigua Roma


Roma no podría existir ni haber ejercido su aplastante dominio durante casi un milenio sin la ayuda de su ejército. La mayor parte de los emperadores fueron soldados, y en tiempos de la República pocos políticos podían ser elegidos para su cargo si no habían obtenido gloriosas victorias en el campo de batalla. Personajes como Rómulo, Cincinato, Catón el Censor o Cicerón siguieron carreras militares.

Las filas del ejército estaban vetadas para los esclavos, los criminales y los vividores. Los primeros y los extranjeros sólo fueron admitidos en las legiones en épocas de desesperación. Una legión no necesitaba más de 250 soldados nuevos por año. Si un esclavo pretendía alistarse en el ejército, lo más probable era que fuera condenado a trabajar en las minas o ejecutado por impertinente. (Legionario. El manual del soldado romano; Philip Matyszak)

El ejército romano prefería reclutas que procedieran de profesiones como la de carnicero o herrero. Dados los riesgos de esta profesión, los dedos de las manos de los reclutas eran cuidados cuidadosamente. La falta del índice o el pulgar suponía la inhabilitación. Pero si uno se los cortaba a propósito para evitar alistarse, el castigo era muy severo. Algunos jóvenes compraron a precio de oro la exención del servicio militar haciéndose declarar inútiles.

La estatura mínima exigible para ingresar a filas era de 1,70 metros (cinco pies y diez pulgadas) También se les exigía a los reclutas saber latín, que no hubiera sufrido condena y no haber cometido adulterio. En tiempos del gobierno de Trajano, el emperador decretó que quienes hubieran perdido un testículo no se libraban de poder alistarse.

Los mejores puestos se reservaban para aquellos con mejores recomendaciones. Si la legión no necesitaba nuevos reclutas, el voluntario podía encontrarse en una cohorte auxiliar o incluso servir en la flota. (El ejército romano; Yann Le Bohec)

Tras jurar su cargo, el recluta se convertía en un soldado del César y salir huyendo era lo mismo que desertar, con el terrible castigo que ello conllevaba. La llegada a la unidad era un momento que el soldado nunca olvidaba. Ésta era la única familia que iba a tener durante los próximos 25 años. El emperador Augusto prohibió a los soldados contraer matrimonio durante este tiempo.